El Rey de los IDIOTAS

Despertó un día éste hombrecito, creyendo que merecía besos y caricías, jurando que lo mejor es siempre dar la otra mejilla. Se lavó la cara, con una sonrisa en el rostro, esperando que le cayeran del cielo premios y angeles, jurando que ya le llegaría aquella esperada recompensa por su eterna alegría.

Caminába feliz por las calles, armando castillos en su cabeza, saltando entre las estrellas, dejandose llevar por el viento y las mareas, era feliz o eso el creía, eso creía.

Se esparcía con cada persona que encontrába, les confiába toda su vida, se regodeába en esa sensación cálida llena de "vida". Contába los segundos para reunirse con su gente en ese refugio, tan cableado, tan caliente después de las horas intransitadas de victorias y derrotas.

Lo empuajaban y sonreía, pedía disculpas por no fijarse donde caminaría la otra persona. Le partían el alma y aún todavía se levantába, curába las heridas y seguía en esa misma rutina.

Nunca le dijeron
que el cariño se gana,
que las caricias son premio al esfuerzo
que si das la otra mejilla, mejor preparas el arma
que si te disculpas que sea por un error tuyo no por las babosadas de la otra persona
que si vives feliz en tu rutina, al final no vives, solo estas.

Pero me equivoco o mi memoria me engaña... Un día, uno de los más felices lo atrapáron al doblar una esquina, le vendaron los ojos, le llevaron a un callejon perdido en la ciudad, uno de esos lugares virtuales y le explicáron como funciona la vida, como duele querer, como uno sufre al amar y como al final del día muchas veces no hay recompensa, ni la querida ni la esperada, simplemente no hay recompensa.

Ahora, se levanta por las mañanas, con el alma realmente partida y con ganas de hacer nada, absolutamente nada.

Nunca me anime a preguntar en que momento es o fue un idiota, solo me contó esta historia sentado sobre un trono de cajas vacias y me dijo que se llamaba, perdon, que lo llamaban

"El Rey de los IDIOTAS"