Disfuncional
Son esos segundos de absurdo desencanto los que poblaron mi alma esas veinticuatro horas, como tener los pies clavados al suelo, como si alguien torturara mis tres pares de alas. Todas esas hadas atormentadas por la insalubre conciencia humana… o… tal vez sea la saludable inconciencia lo que las castiga frunciéndome el ceño en impotencia.
Esos estruendos en la parte más profunda y oscura de sus ojos fueron la premonición de la tormenta que aún nos abruma. Caen y resbalan las gotas, sin pedir perdón, sin querer ser perdonadas, sin necesidad de serlo. Mi duende, aquel que es mi dueño, cae frente al flagelo de silencios rotos mordaz y tozudamente… o… quien sabe muy flexible y delicadamente.
Son esas palabras farfulladas entre susurros las que repican en su alma desde esa madrugada. Hechizos de feroz sadismo los que dieron caza a su cabellera despintada, embistieron por la espalda desgarrando el pavo, las velas y los abrazos del lienzo fresco que cargaba. Descaradas y agitadas consignas… o… quizás sean prudentes y pacificas reseñas.
Son esos proyectos cruelmente asesinados los que arden en el rostro cuando golpea el viento, como aguijones en cada poro, como quemarse con relleno de navidad todo el cuerpo. Tantos silencios envueltos en abrazos, cuantos sollozos con sabor a amargura, miles de segundos desperdiciados llorando a oscuras… o… será que tú y yo aprovechamos todo ese tiempo, juntos, a oscuras.
Esos estruendos en la parte más profunda y oscura de sus ojos fueron la premonición de la tormenta que aún nos abruma. Caen y resbalan las gotas, sin pedir perdón, sin querer ser perdonadas, sin necesidad de serlo. Mi duende, aquel que es mi dueño, cae frente al flagelo de silencios rotos mordaz y tozudamente… o… quien sabe muy flexible y delicadamente.
Son esas palabras farfulladas entre susurros las que repican en su alma desde esa madrugada. Hechizos de feroz sadismo los que dieron caza a su cabellera despintada, embistieron por la espalda desgarrando el pavo, las velas y los abrazos del lienzo fresco que cargaba. Descaradas y agitadas consignas… o… quizás sean prudentes y pacificas reseñas.
Son esos proyectos cruelmente asesinados los que arden en el rostro cuando golpea el viento, como aguijones en cada poro, como quemarse con relleno de navidad todo el cuerpo. Tantos silencios envueltos en abrazos, cuantos sollozos con sabor a amargura, miles de segundos desperdiciados llorando a oscuras… o… será que tú y yo aprovechamos todo ese tiempo, juntos, a oscuras.