Capitulación
Llego el momento de ir a casa, porfin volver a ese lugar, regresar con la espalda cansada de no haber podido hacer nada.
Llego el punto justo de medir con vara injusta las cosas que se hicieron y las que no, las que se intentaron hacer y las que nunca se lograron.
Es hora de poner las cartas sobre la mesa, ver los logros y las desdichas, es tiempo de parar las vueltas interminables y calcular cuanto se ha recorrido.
Las conclusiones son y serán siempre iguales, como siempre pobres, pero a quien le importa, si solo se ha logrado hacer más grande el circulo vicioso.
Los latidos cada vez más lentos no nos llevan a nada y el cerebro siempre equivocado ruega por un descanzo de tantos espantos.
Es época de regalar las escamas brillantes al resto del mundo, a la gente que quizas pueda hacer cosas hermosas con ellas ya que tu no pudiste.
Pobre dragón, le llego la hora, ya se ven los cazadores subir por la cuesta, armados todos de pies a cabeza, listos para la batalla.
Pobre tesoro que nunca encontro el momento para brillar, que quedo encerrado de por vida como castigo a la inosencia.
Pobres arañas que devoraron cuanto pudieron y ya no tendran más con que satisfacer sus entrañas, ya no tendrán memorias que encumbren sus mandibulas.
El calor y el frío van desapareciendo poco a poco, como que ya no son útiles, como que ahora habrán miles de nuevas sensaciones que aprender.
Un último salud, un brindis de despedida, una final escala para apasiguar el alma y llenar el morral, aquel que su fue de madrugada.
Llego el punto justo de medir con vara injusta las cosas que se hicieron y las que no, las que se intentaron hacer y las que nunca se lograron.
Es hora de poner las cartas sobre la mesa, ver los logros y las desdichas, es tiempo de parar las vueltas interminables y calcular cuanto se ha recorrido.
Las conclusiones son y serán siempre iguales, como siempre pobres, pero a quien le importa, si solo se ha logrado hacer más grande el circulo vicioso.
Los latidos cada vez más lentos no nos llevan a nada y el cerebro siempre equivocado ruega por un descanzo de tantos espantos.
Es época de regalar las escamas brillantes al resto del mundo, a la gente que quizas pueda hacer cosas hermosas con ellas ya que tu no pudiste.
Pobre dragón, le llego la hora, ya se ven los cazadores subir por la cuesta, armados todos de pies a cabeza, listos para la batalla.
Pobre tesoro que nunca encontro el momento para brillar, que quedo encerrado de por vida como castigo a la inosencia.
Pobres arañas que devoraron cuanto pudieron y ya no tendran más con que satisfacer sus entrañas, ya no tendrán memorias que encumbren sus mandibulas.
El calor y el frío van desapareciendo poco a poco, como que ya no son útiles, como que ahora habrán miles de nuevas sensaciones que aprender.
Un último salud, un brindis de despedida, una final escala para apasiguar el alma y llenar el morral, aquel que su fue de madrugada.